UN MUNDO ENFERMO
(basado en un texto del libro de MTC “Entre el cielo y la tierra”
Durante mis meditaciones en China, tuve la ocasión de descubrir ciertas respuestas a mis eternas preguntas acerca de mi atracción por esa cultura milenaria. Algunas respuestas se colaron en mi mente, y cierto tiempo después llegó a mis manos un libro sobre medicina china, que dio forma definitiva a esas respuestas. De alguna forma, todos necesitamos confirmar nuestras teorías y pensamientos.
Muchas veces he llegado a la conclusión que nuestra constante insatisfacción es debida a que vemos cómo están todas las cosas, tanto personales, como sociales. Nos enfrentamos constantemente a crisis ambientales, políticas, económicas y de salud que están poniendo a prueba nuestras percepciones, valores y creencias profundas. Nos sentimos ocasionalmente profundamente frustrados e impotentes ante tanto acontecimiento, que por otro lado, personalmente creo que tendría solución; Eso subjetivamente, porque objetivamente, y por desgracia no la tiene.
Nos damos cuenta de que determinadas sustancias son tóxicas para nuestro organismo;..... y seguimos consumiéndolas. Sabemos que el tabaco y el alcohol provocan importantes problemas de salud, que un accidente nuclear en Chernobyl extiende sus efectos hasta las granjas de Noruega, que los pesticidas con que se rocían las viñas perjudican la salud a los hijos de los agricultores. Que la tan aireada ayuda militar a El Salvador promueve la sistemática violación de los derechos humanos. Que la eliminación brutal de los bosques tropicales altera la temperatura del planeta. Y así cientos de conflictos, a los que denominamos problemas aislados, reduciendo los rompecabezas completos a meras piezas separadas, ignorando la verdadera relación entre las partes. Veneramos los nombres y despreciamos los verbos. Glorificamos las cosas en sí, y miramos con desprecio los procesos que estas producen o que son causa de los mismos.
¿Se puede remediar el que cientos de millones de niños sufran el riesgo de perecer durante ésta década por falta de alimentos y medicinas? ¡Seguramente que sí! ¿Cómo se entiende, que uno de cada seis niños de los Estados Unidos, el supuesto país más rico del mundo, viva en la pobreza? Que nos vendan los misiles cargados con armas nucleares, “pensados” como “guardianes de la paz”, merece cuestionarse muy seriamente. Pero, lamentablemente, no los tenemos en el jardín de nuestra casa. Parece que no va con nosotros la cosa.
Nuestras prioridades, nuestros valores y modelos conceptuales, están clara y gravemente enfermos. Y la sociedad, que no el mundo, está condenada al fracaso más estrepitoso. Desoímos la madre naturaleza, que nos dio la vida, y la llevamos a la destrucción total.
Actualmente, la llamada civilización intensifica cada vez más su complejidad, y nuestras vidas diarias se ven compartimentadas. Nos vemos obligados a mantener ocultas nuestras emociones cuando estamos trabajando Y ya desde niño, se nos enseña a hacer callar nuestros cuerpos. Nuestra vida espiritual (quien la tenga) se ve a menudo relegada por la urgencia de la supervivencia económica. O bien nos enfrascamos en conceptos, metafísicas y demás parafernalias que se ponen de moda, y pretendemos cubrirlo todo con un halo de misticísmo, que no nos conduce a nada, y que nos aparta de la verdadera esencia de la espiritualidad. Muchos suelen hablar mucho sobre estas cosas, pero luego aplican muy poco o nada de lo que dicen hacer. Es una filosofía y espiritualidad de escaparate.
Cierta vez, un discípulo acompañó al Maestro a presenciar la puesta de sol desde lo más alto de la montaña. El discípulo iba todo el rato comentando entusiasmado, las maravillas que les rodeaban. Al llegar a la cima, justo cuando el astro rey comenzó a acariciar el horizonte, llegaron a la cima. Se sentaron en la posición de loto, disponiéndose a disfrutar del espectáculo de la naturaleza. El discípulo no paraba de hablar, mientras que el Maestro permanecía en absoluto silencio. –“Que paz tan maravillosa se puede percibir. ¡Mira, Maestro, que pájaro más hermoso! Y qué silencio tan sobrecogedor. Esta es una experiencia sublime, y me siento extasiado de paz y felicidad.” – comentaba sin cesar el discípulo. Finalmente, el Maestro, sin perder su amable sonrisa, se giró hacia su discípulo y le dijo: - “Mientras estés hablando sobre el silencio, este no se producirá. Mientras hables sobre la paz y tranquilidad, esta huirá de ti. ¿Cómo puede un pájaro posarse en su nido, si este está ya ocupado por intrusos? Vacía tu mente y permanece en silencio y solo entonces comprenderás todo lo que estás preguntando.”
Aisladas del apoyo de la comunidad, las familias ya no llevan la casa ni crian a los niños colectivamente. Muchos padres no viven en la misma casa con la madre, y gran parte de ellos no participa en la vida de sus hijos. El significado de familia y de comunidad se ha vuelto muy confuso, de envoltura frágil. Yo diría que se está desintegrando rápidamente. La idea de familia pierde su esencia, cuando vemos situaciones de niños cuyos “padres y madres” son ambos del mismo sexo. Y el problema, la raíz de la enfermedad es que se pretenda vender esta situación como algo natural (Y moderno, progresista, etc.)
En seguida nos dejamos conducir al conformismo, desalentados de trazar los mapas que puedan guiarnos hacia la búsqueda en colaboración de un cambio fundamental. La educación se centra en enseñar a los niños a aceptar, a competir y conformarse más que a cuestionar, a colaborar y a inventar. Siendo jóvenes no aprendemos a buscar nuestra propia voz ni a poner a prueba el valor de lo que se nos da por sentado. Devoran todo lo que la sociedad les ofrece, sin pararse a pensar en el valor de lo que están haciendo. Se convierten en voraces (y rentables) consumidores de la sociedad materialista.
Al tener que escoger continuamente entre opciones alternativas mutuamente excluyentes, dividimos nuestro mundo en ganadores y perdedores, amos y esclavos, superiores e inferiores, ricos y pobres. Tales divisiones jerárquicas se ven reforzadas por una falsa moralidad interesada. Escogemos entre lo que es bueno para mi mente o para mi cuerpo, para mí o para ti, para mi negocio o para el ambiente, para la seguridad de mi país o para la vuestra, medios y fines, pavoneándonos y maldiciendo para defender lo que decretamos arbitrariamente como el lado correcto de este muro de papel de seda. En vez de honrar nuestras diferencias étnicas y de género con el respeto mutuo, confundimos la igualdad de oportunidades con la homogeneidad, destruyendo nuestra diversidad e imponiéndonos la banalidad de una monocultura de masas consumistas y materialistas. ¿Dónde está aquí la espiritualidad?.........
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